Contrapunto by Aldous Huxley

Contrapunto by Aldous Huxley

Author:Aldous Huxley
Language: es
Format: mobi
Published: 2010-03-10T00:00:00+00:00


De un lado al otro, de un lado al otro,

Pirán de Perranzabuloe,

entonaba. Cuatro whiskys le habían curado casi de sus contorsiones y sus muecas. Había perdido la conciencia de sí. El espectador consciente del yo se había dormido. Unos cuantos whiskys más y no habría más yo de que tener conciencia.

Deslizábase...

continuaba,

Deslizábase sobre las olas pérfidas,

En medio de las Casitérides...

—Ése fue el principal milagro de Pirán — explicó—. Ir a pie desde Land's End hasta las Sorlingas.

—Poco menos que el record del mundo — dijo Spandrell.

El otro meneó la cabeza.

—Hubo un santo irlandés que llegó a pie hasta el País de Gales. Pero no recuerdo su nombre. ¡Señorita! — llamó—. ¡Oiga! Otro whisky, haga el favor...

—Hay que reconocer — dijo Spandrell — que parece sacar usted el mejor partido de los dos mundos. Seis whiskys...

—Cinco solamente — protestó el niño de coro —. Éste es solamente el quinto.

—Cinco whiskys, pues, y los colores litúrgicos. Sin contar con San Pirán de Perranzabuloe. ¿Cree usted realmente en ese paseo a las Sorlingas?

—Absolutamente.

—Aquí está para el joven del sacramento — digo la camarera, empujando el vaso a través del mostrador.

El niño de coro meneó la cabeza al pagar.

—¡Blasfemia por todas partes! — dijo —. Cada palabra, una herida más en el Sagrado Corazón. — Bebió.— Una sangrante y dolorosa herida más.

—¡Cómo se divierte usted con su Sagrado Corazón! —¿Que me divierto? — dijo el niño de coro, indignado. — Tambaleándose del bar a la barandilla del altar. Y del confesionario al burdel. Es la vida ideal, sin un momento de fastidio. Le tengo a usted envidia

—¡Siga, siga burlándose! — El niño de coro hablaba como un mártir moribundo.— Y si supiera usted la tragedia que ha sido mi vida no diría que me tiene envidia.

La puerta de resortes se abría y se cerraba. Sedientos de divinidad después de los desiertos espirituales del taller y de la oficina, llegaban hombres como a un templo. Embotellada y embarrilada al borde del Clyde o del Liffey, del Támesis, del Duero o del Trent, se les revelaba la misteriosa divinidad. Para los brahmanes, que exprimían y bebían el soma, se llamaba Indra; para los yoguis comedores de cáñamo, Siva. Los dioses de México frecuentaban el peyotl. Los sufíes persas descubrieron a Alá en el vino de Shiraz; los samanes de los Samoyedos comían hongos y se llenaban del espíritu de Num.

—Otro whisky, señorita — dijo el niño de coro, y volviéndose hacia Spandrell estuvo a punto de verter lágrimas sobre sus infortunios.

Había amado, se había casado: sacramentalmente insistió en esto. Había sido feliz. Los dos habían sido dichosos.

Spandrell arqueó las cejas.

—¿Le gustaba a ella el olor de whisky?

El otro meneó la cabeza tristemente.

—Yo tenía mis faltas — admitió—. ¡Yo era débil! ¡Esta maldita bebida! ¡Sí, maldita! — y presa de súbito entusiasmo por la templanza, vertió su whisky en el suelo —. ¡Vaya! — exclamó, triunfante.

—¡Noble rasgo! — dijo Spandrell. Hizo una seña a la camarera —: Otro whisky para este caballero.

El niño de coro protestó, pero sin gran calor.



Download



Copyright Disclaimer:
This site does not store any files on its server. We only index and link to content provided by other sites. Please contact the content providers to delete copyright contents if any and email us, we'll remove relevant links or contents immediately.